Pero sus días tocaban a su fin. Dos años antes, los médicos
habían declarado que el santo estaba completamente agotado y que la única
solución era el descanso; pero el reposo era desconocido para Don Bosco. A
fines de 1887, sus fuerzas empezaron a decaer rápidamente; la muerte sobrevino
el 31 de enero de 1888, cuando apenas comenzaba el día, de suerte que algunos
autores escriben, sin razón, que Don Bosco murió al día siguiente de la fiesta
de San Francisco de Sales.
Su cuerpo permanece incorrupto en la Basílica de María
Auxiliadora en Turín, Italia.
Sus últimas recomendaciones fueron: "Propagad la devoción a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros. Ayudad mucho a los niños pobres, a los enfermos, a los ancianos y a la gente más necesitada, y conseguiréis enormes bendiciones y ayudas de Dios. Os espero en el Paraíso".
Sus últimas recomendaciones fueron: "Propagad la devoción a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros. Ayudad mucho a los niños pobres, a los enfermos, a los ancianos y a la gente más necesitada, y conseguiréis enormes bendiciones y ayudas de Dios. Os espero en el Paraíso".